Caviar y petróleo
Daniel Iriarte
Empecemos con una anécdota. Un joven entra borracho en un restaurante de Gabala, en el norte de Azerbaiyán, que mantiene como mascota a un enorme oso del Cáucaso. El hombre, obviamente ansioso por impresionar a sus acompañantes —un amigo y una bella señorita— exige a los responsables del restaurante que le cocinen un kebab de oso. Cuando le responden que el animal no está en venta, el joven responde: “Todo tiene un precio”, y se identifica: es nada menos que Anar Mammadov, hijo del poderosísimo ministro de Transportes de Azerbaiyán, Ziya Mammadov.
“¿Cuánto vale este oso?”, insiste el joven. “Un millón de manat”, responde el maitre, con la intención de disuadirle (pues equivale a aproximadamente un millón de euros). “De acuerdo”, dice Mammadov, ante la estupefacta mirada del responsable. El maitre telefonea al dueño del establecimiento —otro oligarca, el ministro de Situaciones de Emergencia, Kemaladdin Heydarov—, quien le dice que haga lo que quiera el muchacho.
El pobre oso es sacrificado y cocinado, pero cuando, ya al amanecer, los responsables del restaurante le presentan la cuenta a Mammadov, este, con una tremenda resaca, se niega a abonarla, y llama a un helicóptero para que le lleve de regreso a Bakú. Heydarov, entonces, aprovecha la jugada para deshacerse de un rival político, comunicando el incidente a las más altas autoridades del país, quienes ordenan la destitución de Ziya Mammadov.
Nepotismo
El episodio, ocurrido en 2010, ilustra por sí solo el grado de nepotismo en el que se encuentra Azerbaiyán, considerado como “bastante corrupto” por la ONG de monitorización Transparencia Internacional, que le otorga el puesto 41 a nivel mundial en su índice de percepción de la corrupción. Un ránking, además, en el que el país no ha dejado de empeorar desde 2002.
Las estadísticas ofrecidas por TI son bastante elocuentes: el 52 % de los azeríes considera que la corrupción se ha incrementado en los últimos tres años, mientras que el 47 % indica que se ha visto obligado a pagar un soborno a un proveedor público de servicios. La policía está considerada la institución más corrupta de Azerbaiyán.
Aberbaiyán ocupa el puesto 41 en el índice mundial de la corrupción
La presunta prosperidad del país, simbolizada en los rascacielos del paseo marítimo de Bakú, es pura fachada. “Esos edificios están casi totalmente vacíos”, aseguran los habitantes de la capital. La renta per cápita es de 10.300 dólares anuales (unos 8.300 euros), pero se estima que, debido a la acaparación de recursos por parte de algunas familias, más del cuarenta por ciento del país vive por debajo del umbral de la pobreza.
Los abusos de poder han quedado de manifiesto en los últimos meses, en los que los preparativos para el festival de Eurovisión, celebrado en Bakú el pasado 26 de mayo, se saldaron con la expulsión de miles de personas de sus hogares para construir el recinto del evento y otros edificios. En muchos casos, las expulsiones se realizaron de forma forzosa o con indemnizaciones inadecuadas, según criticó duramente Human Rights Watch (lo que no impidió a la jefa de la Unión Europea de Difusión de Radiotelevisión, Ingrid Deltenre, compararlas con “la construcción de la Villa Olímpica de Londres”).
La corrupción, además, se ha convertido para Bakú en la principal forma de manejar las relaciones internacionales, comprando a representantes de instituciones que puedan otorgar legitimidad al gobierno azerí. En su último informe sobre Azerbaiyán, titulado “La Diplomacia del Caviar”, la Iniciativa de Estabilidad Europea habla de los carísimos regalos con los que el régimen azerí trata de comprar a los parlamentarios del Consejo de Europa, entre los que destacan las huevas de esturión.
“Un kilo de caviar vale entre 1.300 y 1.400 euros. Cada uno de nuestros amigos de la Asamblea Permanente del Consejo de Europa recibe en cada sesión, cuatro veces al año, al menos entre 400 y 600 gramos. Nuestros amigos clave en la APCE, quienes lo reciben, son unas diez o doce personas. Hay otras tres o cuatro personas en el secretariado”, relata un diplomático azerí en Estrasburgo al investigador del IEE.
“En un año normal, al menos treinta o cuarenta serán invitados, algunos de ellos varias veces. Se les invita a conferencias, eventos, a veces a vacaciones de verano. Son verdaderas vacaciones, y hay muchos regalos caros. La mayoría de los presentes son carísimas alfombras de seda, objetos de oro y plata, bebidas, caviar y dinero. En Bakú, un regalo común son dos kilos de caviar”, indica.
«El caviar es un regalo común para «comprar» a los políticos europeos»
El dinero viene de las ingentes reservas de hidrocarburos del país, estimadas en más de 7.000 millones de barriles de crudo, y 1,3 billones de metros cúbicos de gas, según un estudio realizado por la compañía British Petroleum. Una “petrofortuna” que otorga a las autoridades azeríes una creciente influencia en política exterior, después de que la inauguración del ducto Baku-Tiflis-Ceyhan en 2005 pusiese a Azerbaiyán en el mapa. La firma, a finales de junio, del acuerdo para construir el gasoducto TANAP en Turquía, no ha hecho sino incrementar esta pujanza.
“Hoy hemos dado un paso histórico. El proyecto dota de seguridad a Turquía de suministro energético, y contribuye al de Europa”, dijo el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán, durante la ceremonia de la firma, a la que acudió M’Sur. Su presencia, y la del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, dan una idea de la importancia concedida al acuerdo. También se encontraban presentes los respectivos ministros de energía, el turco Taner Yildiz, y Natig Aliyev (tío del presidente azerí, no por casualidad).
Gasoducto estratégico
El gasoducto está pensado para transportar 10.000 millones de metros cúbicos anuales hasta la frontera turca, donde empalmará con la “versión corta” del proyecto Nabucco, y costará unos 7.000 millones de dólares (unos 5.600 millones de euros). “El gas empezará a fluir en 2018, y esperamos incrementarlo a 31.000 millones de metros cúbicos para 2026”, dijo Erdogán, añadiendo que, según Aliyev, podrán alcanzarse los 50.000 millones de metros cúbicos en el futuro.
La estrategia política detrás de este proyecto fue bien apuntada por Matthew Hulbert, comentarista de la Revista Europea de Energía. “Se asume que la compañía estatal de Azerbaiyán, SOCAR, estará feliz de vender gas en la frontera turca y que Ankara y Europa pueden resolver el resto de la ruta. Sin embargo, las acciones de los azeríes muestran que esto es un error. Claramente quieren estar dentro de cada parte de la cadena del “corredor energético sur”, en toda la ruta hasta los consumidores finales europeos”, explica Hulbert.
«Los azeríes quieren participar en todas las fases del suministro de gas a Europa»
“Los azeríes están dejando cada vez más claro que no están contentos simplemente con vender gas en su propia frontera. Quieren participar activamente en el transporte, el márketing y las ventas eventuales de gas a los consumidores europeos. Es más, tienen poder para hacerlo. Esto, inevitablemente, complica los planes europeos para la región”, asegura.
Para sostener su tesis, Hulbert indica que SOCAR ha reclamado derechos sobre nada menos que un 80 % del material que transportará el gasoducto. Eso les dejaría a las dos compañías participantes turcas, BOTAS y TPAO, un máximo de un 10 % cada una. Máximo, porque el presidente Aliyev ha declarado que pretende introducir en el consorcio a otras empresas como BP, Total o Statoil, lo que diluiría aún más la participación turca, asegurando el control efectivo del gasoducto para los azeríes.
Mientras tanto, la Unión Europea asiste indolente a este proceso. Y no por falta de influencia: Azerbaiyán es parte del programa de Política de Vecindad Europea de la UE y recibió 92 millones de euros de ayuda entre 2007 y 2010, más otros 122 millones y medio en fondos adicionales a percibir entre 2011 y 2013. El propósito declarado de la UE es “ayudar al desarrollo democrático y la buena gobernanza”, pero todo indica que la democracia no está prosperando en Azerbaiyán. Más bien al contrario.
Según todos los observadores internacionales, la totalidad de las elecciones celebradas en el país desde el año 2000 —año en el que el enfermo presidente Heydar Aliyev orquestó la transferencia de poder a manos de su hijo Ilham— han sido fraudulentas. Reporteros Sin Fronteras sitúa a Azerbaiyán en el puesto 152, de 178, en cuanto a libertad de prensa, y existen al menos media docena de periodistas y decenas de opositores políticos encarcelados, según Amnistía Internacional.
Eurovisión, lavado de imagen
El festival de Eurovisión supuso un importante esfuerzo de lavado de cara del régimen (lo que no impidió el arresto de una veintena de personas que pedían democracia frente a la prensa internacional en Bakú). El gobierno de Aliyev ha invertido millones de euros en una estrategia de relaciones públicas dirigida por profesionales traídos de Alemania, el país cuya prensa ha sido, tal vez, la más crítica en los meses previos al festival.
Todas las elecciones celebradas desde 2000 han sido fraudulentas
Los opositores trataron de aprovechar la presencia de medios internacionales en Bakú, y ciertamente, durante meses, por primera vez en una década, los abusos cometidos por las autoridades azeríes encontraron un hueco en la prensa de todo el mundo. Sin embargo, a la larga, los Aliyev y su entorno cercano han capeado el temporal.
Incluso el semanario alemán Der Spiegel, que durante el último año ha informado regularmente de la situación en Azerbaiyán, publicó su último reportaje sobre este país el pasado 28 de mayo, dos días después del festival. Pero la situación no ha mejorado demasiado.
A finales de junio fueron puestos en libertad nueve activistas políticos que Amnistía Internacional consideraba presos de conciencia, pero, según un informe elaborado por el parlamentario alemán Christopher Strasser, del Comité de Asuntos Legales y Derechos Humanos de Estrasburgo, existen al menos otro centenar de presos políticos que deberían ser liberados inmediatamente o sometidos a un juicio justo.
El informe fue votado en el Parlamento del Consejo de Europa, donde fue aprobado por un estrecho margen. La reticencia de muchos parlamentarios a aprobar una crítica tan directa al gobierno azerí (o la concesión del “beneficio de la duda”, como lo han calificado algunos de ellos) se debe, según la IEE, a la eficacia de la “diplomacia del caviar”. Mientras ésta silencia las denuncias, los hidrocarburos hacen de palanca, garantizando que Aliyev y los suyos tengan abiertas las puertas de todas las cancillerías.